domingo, noviembre 15, 2009

Saludos de nuevo, apestosos pedazos de purulenta piel. Esta última semana me la he pasado investigando vuestro asqueroso microclima e intentando inmiscuirme en vuestros quehaceres cotidianos, buscando la forma de entender vuestras primitivas costumbres en pos de mi dominación mundial. 

Dado que debía desplazarme de un lado para otro pasando desapercibido, descarté mi vuelo chirriante y me dispuse a utilizar un transporte que me permitiese esconder el nauseabundo hedor a culo de mono muerto que desprendo. Así que utilicé el Metro. ¡Qué maravilla, entre la multitud de aromas sobaquiles, gases varios e higiene desatendida, nadie parecía percatarse de mi presencia!. Lo cogí además en hora punta, para diusfrutar aún más si cabe del candor de las multitudes. Y he de decir que la experiencia fue maravillosa: los simiescos pasajeros intentan entrar a los vagones antes de que los de dentro hayan bajado, recibiendo sendos codazos y pisotones en el intento, al subir las escaleras se plantan en todo el centro obstaculizando el tránsito, cuando podrían disfrutar de la subida apartándose a un lado, en medio de la riada de trescientasmil personas,y de repente, se paran en seco para mirar en sus bolsillos, recibiendo el trompazo del que detrás venía y acumulando golpes y más golpes en efecto dominó. 

Pero lo que más me fascinó de vuestro arcáico método de locomoción fue el efecto que denominaré como "Tonto de las pelotas", también conocido como "El payaso del móvil". He podido catalogar que dichos sujetos suelen ir vestidos de forma que sean fácilmente detectables para el resto de pasajeros, lo cual es todo un alivio porque si lo ves acercarse sabes en un 95% de posibilidades que en los próximos cinco minutos desearás su muerte en una cuneta violado por el Chupacabras. Normalmente llevan gorras en cualquier época del año, ya haga un frío invernal de varios grados bajo cero, llueva torrencialmente o haya amenaza de tornados. Es lo mismo, la gorra, colocada como si se la hubiese cagado en la cabeza un albatros gigante (existen este tipo de aves en vuestro mundo? Debo investigarlo), predecerá a los piercings simulando granos purulentos o pecas sensuales de estrellas de cine de los 40, de colores cuanto más llamativos mejor (vaya a ser que alguien no se de cuenta de su gran sentido de la estética) o incluso dorados, encima del labio. Por si el look Marilyn Monroe pudiese parecerle a alguien grotesco, lo arreglan portando oros y más oros, da igual lo falso que sean, en forma de anillos, cadenas, pendientes, brazaletes... Nunca se lleva demasiado oro. El acto en sí de estos engendros se basa en poner, al máximo volúmen que permitan su teléfono móvil, algo que inevitablemente sonará como el padre de Espinete haciendo gargaras con amoniaco mientras le pellizcan las pelotas (sí, el asqueroso tránsfuga de Espinete provenía de Halowii. Su padre, el gran creador de holocaustos, fue un gran patriota sin embargo). Dado que los altavoces de dichos teléfonos son poco menos que asquerosos, pues están pensados para transmitir una señal mono de voz, es francamente imposible escuchar de forma decente nada que salga de ellos. Pero eso no echa para atrás al tontito en cuestión, en su empeño por hacer partícipe a todo el vagón con su armonioso conujunto de gruñidos guturales. Es una pena que los auriculares que vienen de base con TODOS los teléfonos móviles acaben olvidados a su suerte en cajones y armarios muertos del dolor, de hecho no sé ni para que los fabrican, pues un "tonto de las pelotas" nunca utilizaría algo que significase no molestar a cincuenta personas. Y si puede batir palmas mientras lo escucha, mejor que mejor, porque como habrán deducido esta gente no es que escuche precisamente a Frédéric Chopin ni a Wagner, sino algo que suele sonar más semejante al ruido producido por una lavadora dentro de la cual has metido una docena de gatos y un par de cocodrilos.


Así que mi primera visita fue ciertamente grata, nada que envidiar al purulento mundo de psicópatas al otro lado del espejo que es Halowii, mi patria natal.




Ya que algunos me lo habéis preguntado, Twisty Tales of Halowii ha salido ya a la venta en librerías especializadas, tiendas tipo Fnac, Casa del Libro, etc, perreras ilegales y ceremonias vudú. Os deseo una peste negra. Muerte a los mortales.

2 comentarios:

DeZeta dijo...

Lo siguiente que debes probar es la inigualable experiencia de trasladar tu sombrero de Madrid capital a alguna localidad del norte, tipo Alcobendas o Colmenar Viejo, partiendo desde el intercambiador (?)de Pza Castilla, controlando horarios, conductores, rutas, tránsito o periodicidad. A todo esto, queda con algún engendro de Halowii en función de estos horarios, a ver qué pasa.

Te aseguro que ni la peor caldera del infierno es comparable.


PD: guarda mi peluche o te tragarás el sombrero

Lizzy dijo...

Sin duda le aconsejo, oh todopoderoso sombrero loco, que haga turismo por el fantástico metro de Barcelona. Mientras camine por sus pasillos no sabrá muy bien si se encuentra en una cárcel Turca o en el culo de la Cigala de Mariscal. Barcelona se ha inspirado en su endemoniado mundo y ha incorporado algunas de sus torturas, como por ejemplo, no poner ni una sola escalera mecánica para que pueda sentir, (después de haber andado durante 30 minutos por infinitos pasillos)como las piernas cobran vida e intentan zafarse de su propio cuerpo para así acabar con el sufrimiento de tener que seguir pisando ese infecto suelo ,¡se sentirá como en casa!. Aún así, transitar por el subterráneo universo de la capital Catalana no es tan horrible, ya que el número de "tontos de los cojones" que necesitan que todo el puñetero mundo escuche su apestosa música, es considerablemente inferior que el de Madrid.
Le pido...no, no...le ruego, que deje salir de su sádico mundo a algún hijo de la gran puta que se cuele en el metro de Madrid y les meta el móvil por el escroto a todo "tonto de los cojones" que se encuentre, para que así solo ellos puedan escuchar su mierda de música.
Encantada de poder hablar con usted.

Atentamente,

Una puta loca